Nombre: Cosme
Seudónimo:
Pollo please
1:
Bullying.
-Cuidado, idiota – dijo Antonio
burlón mientras observaba como caía al suelo poco a poco…
-¡¡Ah!! , ¡Déjame en paz! – dijo
Miguel mientras se levantaba.
-Ja, ja, ja, ja, ¿Habéis visto
que patético es? –replicó Antonio a sus compañeros de 3ºE.S.O.
Acababa
de ponerle la zancadilla delante de muchos de los alumnos del instituto,
algunos se reían con ellos, otros miraban a Miguel amablemente, otros estaban
inexpresivos, otros intentaban parecer amables pero de repente explotaban
riéndose. La llegada de la profesora Paola fue lo que deshizo tal alboroto. Los
alumnos del instituto podían no estar de acuerdo en muchas cosas pero en lo que
TODOS(A excepción de su hija que
afirmaba que era la mejor) estaban de acuerdo es que era la profesora más dura
e inflexible que posiblemente podría haber en toda la región. Nada más verla
todos la miraron y trataron de no seguirle la mirada.
-¿Qué
hacéis aquí? No sabéis que a las ocho en punto tenéis que estar en clase, ¡Id ya!
– de repente mientras la multitud se iba esparciendo y metiendo en sus
respectivas clases (Antonio y sus compañeros de 3º se habían mezclado con la
multitud) reparó en Miguel que iba el último y cojeando, le salían unas gotas
de sangre de la herida de la rodilla,
así que la profesora lo agarró sin cuidado con sus largas y finas uñas del
brazo y lo atrajo hacia si, le dio media vuelta a Miguel y le miró a los ojos;
él intentaba por todos los medios no mirarla. Hubo varios instantes de tenso
silencio. Algunos alumnos se habían parado y contemplaban la escena. Al final
tuvo que limpiar el colegio de arriba abajo por haber manchado el pasillo de
sangre que lleva a las diferentes aulas. El colegio era grande para los
doscientos y pico alumnos que había. Tenía una barbaridad desmesurada de aulas
ya que la mitad de ellas no se utilizaban.
El
instituto estaba lleno de taquillas y las paredes estaban pintadas de muchos
colores muy vivos, comparado con otros institutos que había visto hasta
entonces. Estaban todas las habitaciones muy sucias de polvo y algún
graciosillo (ejemp,ejemp,…Antonio) se había encargado de llenar todo el baño de papel
higiénico. El instituto no estaba para regalar dinero por lo que se había
enfadó mucho el secretario, que es el que llevaba las cuentas.
Cansado
de tanto limpiar se dispuso a irse a su casa. Por el camino al doblar la
esquina aparecieron Antonio y los sus compañeros de clase; siempre le
acompañaban 3 o 4 y una vez fue con 5. Siempre él era el cabeza del grupo,
hablaba por todos aunque, su opinión, solo la suya valía más que la del resto
de sus compañeros. También eran mu creídos y cobardes, ya que sólo atacaban a
los indefensos o más flojos que ellos, y cada vez que se cargaban el
limpiaparabrisas o el retrovisores de los coches salían pitando. Antonio esta
vez iba acompañado de otros tres. Él no se dio cuenta de la presencia de
Miguel, pero uno de sus compañeros sí y se lo dijo. Entonces todos salieron
corriendo tras él para pegarle puesto que estaban de mal humor, y cuando están
en ese estado le pegan al primer infeliz que les salga por medio, siempre y
cuando fuese más débil que ellos. El pobre Miguel hizo una huida desesperada
para llegar a su casa, varias veces tuvo que pararse tras una esquina, cuando
les hubo perdido de vista.
Pero
cando por fin Miguel vio su casa a 20 metros y tranquilo se acercaba a ella
aparecieron Antonio y los suyos, que se lanzaron corriendo a por él. Se debatió
entre acercarse corriendo a su casa, aunque ello suponía que cada paso que daba
se acercaba más a ellos salir corriendo en dirección contraria y alejarse de su
casa. No tuvo medio segundo para pensarlo l echó todo a una carta y se lanzó
hacia su casa. Antonio y los suyos, desde el lado opuesto de la casa, se
lanzaron a por él, pero por suerte para Miguel llegó antes, entró y cerró la
puerta, le puso el pestillo y se cercioró de que estaba bien cerrada.
Su
casa era pequeña, una sala principal y dos habitaciones con un cuarto de baño.
Su habitación era poco menos de la mitad de grande que la de sus padres. La
suya tenía tres postes: dos de ellos de su equipo favorito de fútbol y el otro
de un profesional haciendo piruetas con el patinete. También tenía una cama que
no estaba aún hecha, una mesilla y un armario; la mesilla contenía dos o tres
peonzas maluchas y medio rotas con las que estuvo jugando un tiempo pero ya se
aburrió. El armario se encontraba un poco roto, muy poco y lleno de polvo, ya
que aunque su madre se lo había dicho varias veces todavía no la había
limpiado. Tenía muchas cosas que no utilizaba por el suelo esparcidas; sin
embargo, como os podréis imaginar la de sus padres era todo lo contrario.
Tenían dos mesillas, en verdad un poco más pequeñas que la de Miguel pero
contenían bastantes cosas y de más valor, solo tenían un armario que ambos
compartían pero era mucho más grande que el de él y también más lujoso, en la
parte de arriba del armario su padre tenía su caja de herramientas, y la cama
de matrimonio tenía dos grandes cojines, era de un color azul oscuro y bastante
más suave y acolchada que la de Miguel.
(Volvamos
a nuestra historia) Encendió la televisión. Desde lejos se oían los gritos de
Antonio y sus compinches. Al poco rato, hartos de blasfemar y de gritarle a
Miguel, se fueron. Miguel subió a su habitación y desde arriba los vio por la
ventana, como estaban persiguiendo a otro niño incluso más pequeño aún que
Miguel, pero este no tuvo tanta suerte como antes él. Miguel contempló como
cogían al niño que les insultaba, ellos se reían de él. Antonio le dijo al niño
que se arrodillara, lo tiraron sin ningún tipo de cuidado al suelo y le
obligaron a agacharse, este enfadado se agacho y blasfemando por lo bajo
intentó levantarse.
A
Miguel no le importó demasiado lo que le estaba pasando a ese niño y lo primero
que hizo fue ducharse y cambiarse de ropa ya que su madre no había venido
todavía. Seguramente estaría comprando y su padre hasta pasadas un par de horas
no volvería de trabajar, así que aprovechó para ducharse, y al terminar hizo
los deberes.
Por cierto se me ha olvidado presentarle: se
llama Miguel Fernández Martínez, tiene 11 años dentro de 3 días cumple los 12,
los cumple el 23 de diciembre y lo que más le gusta en este mundo es el
patinete; cuando tiene un poco de tiempo libre lo saca.
Una
vez ya presentados prosigamos con la historia. Después cogió el patinete y
Salió a la calle, tuvo mucho cuidado por si veía a Antonio y sus compañeros
pero al menos le tranquilizaba pensar que en este momento estarían comiendo.
Pensando en eso se dio cuenta de toda el hambre que tenía, pero como su madre
no llegaría hasta pasadas un par de horas se fue al parque y allí estuvo con el
patinete durante un corto tiempo. Después volvió a su casa. Al llegar, su madre
ya estaba. Tenía unos 30 o 40 años y su padre poco más.
Ella
se llamaba María Martínez y su padre Lucio Fernández trabajaba en una empresa
de cosméticos. Su madre de momento como no tenía trabajo, se encargaba de las
labores de la casa, aunque de vez en cuando trabajaba de noche como canguro.
María
llamó a su hijo y se pusieron a comer uno de esos platos que a nadie le gustan
por que se le acaban de ocurrir al que cocina. En este caso, la mala idea que
se le ocurrió, fue una especie de caldo verde; con un gustillo muy amargo y con
trozos de pollo y conejo, lo había llenado de colorante; aunque no había arroz,
llevaba unos trozos de zanahoria crudos y otros cocidos. A él no le gusta la
zanahoria pero si le das a elegir elegiría la cruda, la cocida es lo que menos
le gusta del mundo. Cada día su madre le prepara una cosa y eso no es que le
guste demasiado, el no recuerda que se repita más que hace un par de años; pero
se lo comió todo por dos motivos: porque tenía un hambre atroz y porque su
madre no permite que se deje nada en el plato. Después, Miguel sacó su patinete
y se dirigió al parque. De camino tuvo tan mala suerte que Antonio y los suyos, (Esta vez le acompañaban
cuatro), aparecieron a tan solo 2 metros de él. Esta vez no tuvo tanta suerte y
le pillaron. Le obligaron, igual que al otro niño a agacharse. Miguel sin oponer
resistencia se agachó, (¿Total para qué iba a oponer resistencia, si eran más
en número, más fuertes y más rápidos?) lo humillaron de varias maneras y
Antonio preguntó:
-¿Qué hacemos con él, le pegamos
hasta hartarnos, le decimos que haga todos nuestros deberes…? –
-¿Y si le decimos que nos lleve
las mochilas hasta el instituto todos los días? – dijo uno del grupo que si no
me equivoco se llama Pedro.
-Bah, eso a lo hacen 5 alumnos
más, es innecesario, creo que lo mejor es desahogarnos pegándole – opino uno
que se llama Jorge
-¿Y si jugamos al fútbol con él?
Pero él es un equipo y nosotros otro – opinó de nuevo Pedro.
Pareció
convencerles la idea, así que se lo llevaron al campo de fútbol, lo último que
recordó fue que uno le lanzo el balón diciendo;
-¡Empieza tú! Ja, ja, ja, ja-
Se quedó todo en silencio al
recibir el impacto del balón y aunque eran las cuatro o las cinco de la tarde
lo percibía todo oscuro y notó que le
dolía muchísimo la cabeza. Tardó cinco minutos en sentirse capaz de levantarse.
Tenía a tres metros su patinete que por lo visto estaba partido en dos, Miguel
ni siquiera se molestó en recogerlo blasfemando por lo bajo maldijo cien veces
a Antonio. Lo que más le dolía no era el daño que le habían hecho, aunque
también, si no que se hubiera quedado sin patinete que le regaló su abuelo
antes de morir. Por culpa de ellos ya no le quedaba ningún objeto de su abuelo.
De mal humor se dirigió a su casa, nada más llegar observó como su padre y
madre estaban en la puerta muy preocupados. Se le fue el mal humor al ver que
su padre y su madre lo habían estado esperando, y nada más verlo se lanzaron
hacia él y le dieron un fuerte abrazo, entraron en casa y casi sin mediar
palabra se acostaron. Cuando Miguel se acostó su madre lo besó y lo abrazó y salió
de su cuarto. Después entró su padre, y con el paso más o menos lo mismo.
Miguel se acostó feliz, por fin era un poco más centro de atención, normalmente
sus padres no le hacían tanto caso. Y durmió tranquilo.
* *
* * * * * * * * * * * * * * *
A la mañana siguiente se preparó
la mochila y se fue al instituto. Dentro de la escuela Miguel intentó mantener
localizado a Antonio y en cuanto lo vio este le dijo:
-Ja, ja, ja, ja, no sabía que eras
tan malo jugando al fútbol-
-Ja, ja, ja, ja, - se reían como loros todos los de su grupo.
Miguel
maldiciendo por lo bajo calló y cogió su agenda para ver qué le tocaba…
Al
terminar la clase fue el primero en marcharse a su casa ver si conseguía que no
le pillaran aunque fue en vano. El primero en el que se fijaron al salir fue en
él, y le cortaron el paso.
-Tú niño a partir de ahora te vas
a llamar niña ¿vale? – dijo Antonio.
-Déjame en paz – murmuro por lo
bajo Miguel.
-¿Qué has dicho? Repite que no te
he oído–dijo con una falsa voz de amistad, medio burlona Antonio.
-¡He dicho que me dejéis en paz!
– les gritó.
-Ja, ja, ja, ja, ¿lo habéis oído?
Se cree que le vamos a dejar, venga esta vez sí le vamos a pegar, estoy cansado
de las clases –dijo con una voz fría Antonio.
-¡Dejadme! – gritó a lágrima viva
Miguel.
Le
tiraron al suelo y el resto ya os lo imagináis vosotros ¿no?, Cuando terminaron
de pegarle tenían los puños rojos de tantos golpes, Antonio dándole una fuerte
patada le dijo: -Ah, y a partir
de ahora nos vas a llevar las mochilas al instituto. Bueno, vámonos – les dijo.
Dos de ellos pasaron por encima de Miguel cortándole la respiración.
Miguel
se quedó tendido en el suelo durante mucho rato. Por suerte uno de los de su
clase lo vio y con mucha pena lo ayudó a levantarse. Le dolía mucho todo el
cuerpo, por donde más le dolía era por la parte derecha de la barriga. Se subió
la camisa y vio que lo tenía muy morado y por varios sitios le brotaba sangre.
Su compañero sintió mucha lastima y lo acompañó a su casa cogiéndolo del
hombro. Miguel se sentía muy mareado, con hambre y cansado, aparte de dolerle
todo el cuerpo.
En
cuanto llegó a su casa se desplomó en el suelo y se quedó allí en medio de la
sala de estar mucho pero que mucho rato. Hasta que oyó el coche de su madre que
venía de comprar. Se asomó a la ventana para cerciorarse de si era ella, y sí,
lo era, así que rápidamente se levantó, se metió en la ducha silenciosamente y
tratando de no hacer ruido para que su madre no creyera que había llegado ya.
Se duchó con agua fría porque para que no le viera su madre no salió a encender
el calentador, se aguantó durante la ducha los gritos, se cambió de ropa(Si os
preguntáis porqué él no les dice a sus padres que lo maltratan os diré la repuesta:
ha llegado el momento en el que ha dejado de ver a sus padres como ídolos y se
ha dado cuenta de que son personas como él, por lo que cada vez les pide menos
consejo. Otro motivo también es que considera son solo y únicamente sus
problemas, o quizás es que le da miedo que si sus padres se quejan a los padres
de Antonio y los compañeros al final empeoren las cosas y le peguen más), comió
otra de las comidas que preparaba su madre de esas que tanto le gustan
(Sarcasmo). Por la tarde se dispuso a salir con el patinete, pero se acordó que
se lo habían roto y ya no tenía patinete, así que lo único que pudo hacer por
la tarde fue hacer los deberes y suplicarles a sus padres, en vano, que le
compraran un patinete que se le había roto el que tenía, pero ellos dijeron
rotundamente que no.
El
día siguiente fue más o menos como el anterior, solo que esta vez tuvo la
suerte de que se estaban metiendo con otro niño de 1º. Era de su clase, pero al
menos se contentó con que le hubieran dejado en paz ese día. Se fue a su casa
despacio y con tranquilidad, hubo un par de días así y le olvidaron durante
poco tiempo porque había otro niño que se las estaba llevando todas. Una suerte
para él pero no tuvo tanta suerte ese niño. Para Miguel, realmente el
sufrimiento de los demás no le importaba, mientras él no sufriera, excepto si
se trata de alguien muy amigo o familiar. Como hermanos no tenía en este caso
se podría tratar de sus padres, aunque a veces pueda parecer que no les quiere
mucho.
Todos
los días fueron a partir de ese momento más o menos así, solo que con la
diferencia de que ahora llevaba 6 mochilas, la suya, más la de Antonio, más la
de 4 más de 3º, más de la mitad de los
ejercicios no sabía cómo hacerlos y la otra mitad le costaba mucho por lo que
eso llevo graves represalias por parte del grupo, más de una vez su madre casi
lo pilla. Otro día andaba por la calle y hasta dejaron de pegarle los matones,
solo le pegaban cuando los profesores les renegaban por haber hecho mal los
deberes o cuando estaban de muy malos humos. Pero en ese preciso instante hasta
les saludaron con un poco menos de desprecio que de costumbre. Miguel estaba
cansadísimo de estar siempre haciendo los deberes de ellos y había otros grupos
de matones que también le estaban constantemente pegando ; aunque quizás todos
no, pero el curso 3º de ese instituto estaba lleno de gamberros.
Un
día harto de que le obligaran hacer sus deberes, llevarles las mochilas y
encima terminar siempre muy dañado decidió cortar con la situación…
Haciendo,
seguramente, lo peor que podría hacer, se fue a clase sin las mochilas y sin
los deberes ajenos y les dijo a los profesores lo que había pasado. Los
profesores trajeron a los que él había nombrado, entre ellos Antonio, Pedro…
Les
mandaron que explicaran qué había ocurrido y ellos lo negaron todo. Los
profesores no les creyeron y los echaron del aula, ya que ¿Cómo iban a ir un
montón de alumnos que eran casi siempre los responsables de cualquier pelea,
sin las mochilas y los deberes? Así que hicieron una reunión y estuvieron todos
los alumnos en el recreo sin clases. Miguel por miedo a los que había
denunciado se metió en el cuarto de la limpieza todo el rato, hasta que terminó
la escuela. El cuarto era oscuro, frío, lleno de telarañas y hasta vio como una
araña se le subía a la mano. Había un par de escobas muy sucias y rotas. Era
tan oscuro el cuarto que solamente tenía dos tristes rendijas por las que
entraba una chispa de luz. Miguel, prefería eso antes que le estuvieran pegando
otra vez Antonio y los suyos por haberles denunciado. Del instituto lo único
que lo animaba era el pensamiento de que ese sería el último día que estaría
con esos matones. En cuanto sonó la sirena, de un tremendo golpe, abrió la
puerta y salió de ese maldito cuarto.
La
sala estaba vacía no había ni profesores ni alumnos, Miguel salió al patio y
allí vio que estaba todo el mundo chillando y gritando, menos los profesores
que estaban normales. También observó que los 6 que siempre le atormentaban
estaban junto a los profesores. Miguel se acercó más para observar qué estaba
pasando y desde más cerca escuchó como un profesor dijo:
-¡Callaos!, ¡Callaos! Estamos
aquí todos porque hay 6 alumnos que han violado la norma de abusar de los
demás. Nos lo ha contado todo Miguel Fernández Martínez,… - Casi todos los
alumnos dirigieron la mirada a Miguel – Los alumnos son los siguientes: Mario,
Pedro, Jorge, Antonio, Mari, la única chica, y Pablo… - De repente a Miguel le
salió una lágrima, casi involuntaria porque aunque habían sido muy malos con
él, recordaba algunos momentos en el que hasta le miraron bien, se acordó de
que cuando iba a 2º de primaria y ellos iban a 5º, e intentaron animarle cuando
se le murió su abuelo, por eso se encontraba ahora desconsolado. La voz del
profesor lo sacó de sus pensamientos - …Por acuerdo del reglamento del régimen
interior del centro no nos queda otra posibilidad, que la expulsión,(
dirigiéndose a los seis) sintiéndolo mucho estáis expulsados. – En ese mismo
instante el silencio reinó en el patio, fueron muchos segundos de tenso
silencio. Cuando ya llevaban casi un minuto callados, un par de voces empezaron
a sonar y luego tres más y poco a poco, se volvió al alboroto anterior. Los
seis chicos estaban que no se lo creían. Mari se puso a hablar muy enfadada con
el profesor, pero este serio no le hizo caso.
Poco
después, los seis alumnos se fueron del instituto. Y con una mezcla de
felicidad y un poco de tristeza, Miguel cogió su mochila que se le había
olvidado dentro del cuarto de la limpieza en el segundo piso y tuvo que subir
las escaleras. Cogió la mochila y bajó y salió al patio que estaba desierto. La
gente había aprovechado para irse en el momento en el que él volvía a coger su
mochila. Los únicos que quedaban eran algunos profesores dentro del centro y
los hijos de esos profesores que los esperaban para irse. Sonriente salió del
instituto, dio varias rápidas zancadas para pasar la carretera cuanto antes,
porque estaban viniendo muchos coches y una voz fue lo que le detuvo. Una voz
que le sonaba de algo, una voz malvada, fría y melancólica…
-¡Tu niña! ¿Por qué te has
chivado? – rápidamente Miguel se dió la vuelta y vió a Antonio, Pedro, Mari…
-Porque es la verdad – dijo
Miguel
- Ya, pero, ¿Por qué te chivas?,
arrodíllate o prepárate par… - empezó Pablo.
-No- repuso Miguel.
-¡Repítelo si te atreves! – le
dijo Jorge acercándose un paso.
-¡¡Que no me da la gana de seguir
haciendo lo que queréis!!- exclamo Miguel poniendo gran énfasis a la palabra
“no”.
-¡Te vas a enterar! – Exclamo
Jorge, se le acercó y le empujó hacia la carretera. Un coche con mucha
velocidad atropelló a Miguel. Rápidamente Antonio y los demás se fueron
corriendo. Miguel no salió de ésta.
FIN